Libro: Bendición o Maldición

Capítulo 18

Siete pasos para liberarse

(+) Primera parte

Hay una -y una sola- base completamente suficiente para todas las bendiciones que la misericordia de Dios ha provisto: el intercambio que tuvo lugar en la cruz. En el capítulo anterior se resumieron ocho aspectos principales:

  1. Jesús fue CASTIGADO para que nosotros pudiéramos ser PERDONADOS.
  2. Jesús fue HERIDO para que pudiésemos ser CURADOS.
  3. Jesús fue hecho PECADO con nuestra pecaminosidad para que nosotros pudiéramos ser hechos JUSTOS con SU JUSTICIA.
  4. Jesús sufrió NUESTRA MUERTE para que pudiésemos compartir SU VIDA.
  5. Jesús se hizo POBRE con nuestra POBREZA para que pudiéramos ser RICOS con SU RIQUEZA.
  6. Jesús llevó nuestra VERGÜENZA para que pudiésemos compartir SU GLORIA.
  7. Jesús sufrió el RECHAZO que merecíamos nosotros para que pudiéramos disfrutar de la ACEPTACION que le correspondía como Hijo de Dios.
  8. Jesús se convirtió en MALDICION para que pudiésemos recibir una BENDICION.

    Esta lista no está completa; pudieran añadirse otros aspectos del intercambio, pero cada uno es una diferente faceta de todo lo que Dios proveyó a través del sacrificio de Jesús. La Biblia los resume en una grandiosa palabra que los incluye a todos: salvación. Con frecuencia los cristianos limitan la salvación a la experiencia del perdón de sus pecados y que nazcan de nuevo. No obstante, por muy maravilloso que sea esto, es solamente la primera parte de la salvación total revelada en el Nuevo Testamento.

    El alcance total de la salvación queda oscurecido -al menos en parte- por problemas de traducción. En el texto griego original del Nuevo Testamento, el verbo sözö, normalmente traducido como “salvar”, se usa también en diferentes formas que van más allá del perdón de los pecados. Se usa, por ejemplo, en muchos casos de sanidades físicas.[1] También se usa con una persona liberada de demonios.[2] y con una persona muerta y resucitada.[3] En el caso de Lázaro, se usa para recuperarse de una enfermedad que le causó la muerte.[4] En 2 Timoteo 4:18, Pablo usa el mismo verbo para describir la forma en que Dios continuamente lo preserva y protege del mal, y que se extiende a lo largo de su vida. El resultado total de la salvación incluye cada parte del ser humano. Es hermoso el modo en que Pablo lo resume en la oración de 1 Tesalonicenses 5:23:

    “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo”.

    La salvación abarca el total de la persona humana: espíritu,alma y cuerpo; y se consuma únicamente con la resurrección del cuerpo al regreso de Cristo. Pero nadie disfruta simultáneamente de todas las distintas provisiones de la salvación. Es normal progresar por etapas de una provisión a la siguiente. Muchos cristianos jamás van más allá de recibir el perdón de sus pecados. No se percatande las muchas otras provisiones que están a su libre disposición. El orden en que una persona recibe las diferentes provisiones lo determina la soberanía de Dios, quien trata con todos nosotros como individuos. El punto de partida, generalmente, es el perdón de los pecados, pero no siempre es así. En elministerio terrenal de Jesús, la gente con frecuencia recibía sanidad física primero y después el perdón de sus pecados. Eso todavía puede suceder. En 1968 mi propia esposa, Ruth cuando aún era soltera y vivía como judía practicante, estuvo en cama durante muchas semanas. Entonces recibió una visitación milagrosa de Jesús en su dormitorio y quedó instantánea y totalmente curada. Pero transcurrieron otros dos años antes que reconociera que necesitaba que se le perdonaran sus pecados. Sólo entonces nació de nuevo. Cuando venimos a Dios con base en el sacrificio de Cristo por nosotros, necesitamos ser sensibles a la dirección del Espíritu Santo. No podemos imponer nuestras priondades a Dios, sino que debemos dejar que él obre con en el orden que él escoja. Una persona puede, por ejemplo, estar determinada a buscar prosperidad económica, mientras que la primera prioridad de Dios para ella es la justicia. Si se empecina en reclamar la prosperidad antes que la justicia, ¡pudiera ser que no reciba ninguna de las dos!

    Además, una persona puede buscar sanidad física, sin saber que la raíz de su enfermedad física es un problema emocional interno, como el rechazo, o la congoja o la inseguridad. En respuesta, Dios se moverá para traer la sanidad emocional que tanto necesita. Sin embargo, si la persona no se abre a esto, sino que continúa pidiendo sólo por sanidad física, quizás al final no reciba sanidad del todo, ni física ni emocional.

    Algunas veces Dios quiere revelarnos una provisión de salvación que es nuestra más urgente necesidad, mas no nos damos cuenta. Esto se aplica particularmente a la provisión para la liberación de una maldición. Muy a menudo la maldición que pesa sobre la vida de una persona es el obstáculo insospechado que no lo deja alcanzar otras provisiones de salvación. Normalmente hay que lidiar primero con esta barrera, antes que puedan cubrirse otras necesidades.

    En esta provisión nos concentraremos ahora: el intercambio de la maldición a la bendición. En este punto nos enfrentamos precisamente a las mismas proposiciones que Moisés presentó a los israelitas cuando se preparaban para entrar en la tierra de Canaán:

    “A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia”. Deuteronomio 30:19.

    Las proposiciones eran tan solemnes y de tan largo alcance en sus consecuencias, que Moisés llamó a los cielos y la tierra para que fueran testigos de la respuesta de Israel.

    Las opciones eran claras: vida y bendiciones, por un lado; muerte y maldiciones, por el otro. Dios exigía que los israelitas hicieran su propia elección. Les exhortó a escoger correctamente: la vida y las bendiciones. Pero él no decidiría por ellos. Asimismo les recordó que la elección que hicieran afectaría no sólo su propia vida, sino también la de sus descendientes. Esto aparece una vez más como un rasgo característico tanto de las bendiciones como de las maldiciones: continúan afectando generación tras generación.

    La elección que hizo Israel en aquel momento determinó su destino. Lo mismo sucede con nosotros hoy. Dios nos pone por delante precisamente la misma alternativa: la vida y las bendiciones o la muerte y las maldiciones. Nos deja escoger a nosotros. Igual que Israel, nosotros determinamos nuestro destino por lo que elegimos, y nuestra elección también podrá afectar el destino de nuestros descendientes.

    Recuerdo la primera vez que me enfrenté a esas palabras de Moisés. Cuando me di cuenta de que Dios solicitaba una respuesta de mí, me sentí intimidado. ¡Dios esperaba que yo decidiera! No podía evadir la cuestión. No hacerlo era, en realidad, escoger mal. Doy gracias a Dios que me dio la gracia para elegir correctamente. Nunca, en todos los años que han transcurrido desde entonces, lo he lamentado. No obstante, Dios pronto empezó a mostrarme las implicaciones de mi elección. Yo había traspasado una puerta que conducía a vivir el resto de mi existencia en fe y en obediencia, y no podía echarme atrás. Todo el que desea pasar de la maldición a la bendición tiene que atravesar esa misma puerta. Primero, tiene que haber un claro reconocimiento de las proposiciones que Dios nos pone por delante. Entonces tiene que haber una simple respuesta positiva: “Señor, en base a tu palabra, yo te respondo. Rechazo la muerte y las maldiciones, y escojo la vida y las bendiciones”.

    Una vez que hemos hecho esta elección, podemos seguir adelante y reclamar liberación de cualquier maldición que haya sobre nuestra vida. ¿Qué pasos debemos dar para eso? No hay un patrón establecido que todo el mundo deba seguir. Sin embargo, las siete etapas bosquejadas a continuación, me han servido para llevar a la gente hasta el punto de la liberación.

    Pudiera ser que usted esté enfocando esta proposición desde la perspectiva de alguien que está interesado en ayudar o aconsejar a otros. No obstante, para recibir todo el beneficio de esta instrucción, recomiendo que usted se ponga mentalmente en el lugar de la persona que necesita liberación. Al hacerlo, pudiera ser que descubra que ¡es ahí donde usted mismo está en realidad!

    (+) 1. Confiese su fe en Cristo y en el sacrificio que hizo en beneficio de usted.

    En Romanos 10:9-10 Pablo explica que hay dos condiciones esenciales para recibir los beneficios del sacrificio de Cristo: creer en el corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos y confesar con la boca que él es Señor. La fe en el corazón no es por completo eficaz hasta que ha sido complementada por la confesión con la boca.

    Literalmente, la palabra “confesar” significa “decir lo mismo que”. En el contexto de la fe bíblica, confesar significa decir con nuestra boca lo que Dios ya ha dicho en su palabra. En Hebreos 3:1 Jesús es llamado el “apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión” (o confesión). Cuando hacemos la confesión bíblica correcta concerniente a él, liberamos su ministerio sacerdotal en beneficio nuestro.

    Para recibir los beneficios del sacrificio de Cristo, necesitamos hacer nuestra confesión específica y personal. Por ejemplo:

    Señor Jesús, creo que tú eres el Hijo de Dios y el único camino hacia Dios; y que tú moriste en la cruz por mis pecados y te levantaste otra vez de entre los muertos”.

    (+) 2. Arrepentirse de todas sus rebeliones y sus pecados.

    Pudiera haber muchos factores externos -que se remontan incluso a generaciones anteriores- que han contribuido a la maldición en su vida. No obstante, la raíz de todos sus problemas yace dentro de usted mismo. Y se resume en la palabra avon (iniquidad): su actitud rebelde hacia Dios y los pecados que han resultado de ella. Por esto, tiene que aceptar responsabilidad personal.

    Antes que pueda recibir la misericordia de Dios, por lo tanto, él requiere que usted se arrepienta. Tiene que tomar una decisión deliberada de su parte: usted tiene que rendir toda su rebeldía y someterse sin reservas a todo lo que Dios requiera de usted. ¡Una persona que se ha arrepentido en realidad no sigue discutiendo con Dios!

    El Nuevo Testamento no da lugar para la fe que esquiva el arrepentimiento. Cuando Juan el Bautista vino a preparar el camino del Señor, la primera palabra de su mensaje fue: ¡Arrepentíos…! (Mateo 3:2). Más tarde, cuando Jesús empieza su ministerio público, él retoma el asunto donde Juan lo ha dejado:

    Arrepentíos, y creed en el evangelio”. Marcos 1:15.

    Sin arrepentimiento, no es posible una fe eficaz. Muchos que profesan ser cristianos luchan continuamente por tener fe porque nunca han cumplido la condición previa del arrepentimiento. En consecuencia, jamás reciben todos los beneficios del sacrificio de Cristo. Aquí sugiero una confesión que expresa el arrepentimiento que Dios exige:

    Renuncio a toda mi rebelión y a todo mi pecado, y me someto a ti como mi Señor”.

    (+) 3. Reclamar el perdón de todos los pecados.

    La gran barrera que mantiene las bendiciones de Dios fuera del alcance de nuestra vida es EL PECADO SIN PERDONAR. Dios ya ha provisto para que nuestros pecados sean perdonados, pero no lo hará hasta que los confesemos.

    Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiamos de toda maldad”. 1 Juan 1:9

    Dios es fiel y lo hará porque él nos ha dado su promesa, y él siempre cumple sus promesas. También esjusto porque ya Jesús cargó con todo el castigo por nuestros pecados. Puede ser que Dios le haya mostrado ciertos pecados que lo expusieran a una maldición. Si es así, haga una confesión específica de esos pecados. También es posible que haya caído una maldición sobre usted por causa de los pecados cometidos por sus antepasados (especialmente la idolatría o el ocultismo). Usted no carga la culpa de los pecados cometidos por sus antepasados, pero las consecuencias de esos pecados pueden afectarlo de varias maneras. Si usted sabe que éste puede ser el caso, pida a Dios también que lo libere de esas consecuencias. Aquí tiene una oración apropiada que cubre eso:

    Confieso todos mis pecados ante Ti y pido Tu perdón; especialmente por cualquier pecado que me haya hecho susceptible a una maldición. Libérame también de las consecuencias de los pecados de mis antepasados”.

    (+) 4. Perdone a todas las personas que le hayan hecho daño u ofendido o hayan sido injustas con usted.

    Otra gran barrera que puede mantener fuera de nuestro alcance las bendiciones de Dios es LA FALTADE PERDON en nuestro corazón hacia otras personas. En Marcos 11:25 Jesús señaló muy especialmente esto como algo que tenemos que resolver, si esperamos que Dios conteste nuestras oraciones:

    y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas

    Este mismo principio aparece a lo largo de todo el Nuevo Testamento: Si queremos que Dios perdone nuestros pecados, tenemos que estar preparados para perdonar a los demás. Perdonar a otra persona no es primordialmente una emoción; es una decisión. A veces ilustro esto con una pequeña “parábola”: Usted tiene en sus manos pagarés firmados por otra persona que suman un total de $10,000. Sin embargo, en el cielo Dios tiene en su mano pagarés firmados por usted que suman $10;000,000. Dios le hace una oferta: “Rompe los pagarés que tienes en tu mano, y yo romperé los que tengo en la mía. Pero si no sueltas tus pagarés, ¡yo tampoco soltaré los míos!”.

    Visto desde este punto, perdonar a otra persona no es un sacrificio tremendo. Es sólo un claro interés personal. ¡Cualquiera que se niegue a condonar una deuda de $10,000 a fin de cancelar su propia deuda de $10;000,000 carece de sentido para los negocios!

    Quizás ahora Dios le esté trayendo a la mente alguna persona o personas a quienes usted necesita perdonar. Si es así, puede acudir al Espíritu Santo para que le ayude. Él lo inducirá a tomar la decisión correcta, pero no la hará por usted. Actúe mientras sienta su apremio. Tome una decisión clara de perdonar. Entonces exprese oralmente su decisión. Diga en voz alta: “Señor, yo perdono a…” y nombre a la persona o personas de que se trate. ¡Los que le sean más difíciles de mencionar son los que más necesita perdonar! Puede usar estas sencillas palabras:

    Por un acto de mi voluntad, decido perdonar a todos los que me han hecho daño o juzgado mal, tal como quiero que Dios me perdone a mí. En particular perdono a [nombre a la persona o personas]”.

    (+) 5. Renuncie a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica.

    Antes de llegar a la verdadera oración para liberación, hay otro campo importante del que debe ocuparse: todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica. Esto tiene un enorme alcance de actividades y prácticas. Quizás necesite volver atrás a las páginas… en el capítulo 6, donde hay una lista que cubre algunas, pero no todas las formas que esto puede abarcar. Si no está seguro de algo porque no se menciona en la lista, pídale a Dios que se lo aclare.

    Si en cualquier momento usted ha participado en semejantes actividades o prácticas, ha cruzado una frontera invisible en el reino de Satanás. A partir de ese momento, igual da que lo sepa o no, Satanás lo ha considerado como uno de sus súbditos. El considera que tiene un derecho legal sobre usted.

    Puesto que el reino de Dios y el de Satanás se oponen radicalmente, usted no podrá disfrutar de todos los derechos y beneficios de un ciudadano del reino de Dios hasta que haya cortado toda conexión con Satanás de una vez por todas, y cancele cualquier derecho que él pueda alegar que tiene sobre usted. En 2 Corintios 6:14-15 Pablo acentúa la necesidad de una ruptura completa con el reino de Satanás:

    No os unáis en yugo desigual con los incrédulos; porque ¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas? ¿Y qué concordia Cristo con Belial (osea, Satanás)? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo?

    En el versículo 17 concluye con una exhortación directa del mismo Señor:

    Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor,Y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré”.

    Llevar a cabo esta ruptura requiere también que se ocupe de cualquier “objeto de contacto” -o sea, objetos que todavía lo vinculan con Satanás-. Esto incluye muchos objetos distintos. En mi caso, como relaté en el capítulo 2, fueron los dragones chinos que yo había heredado. Si usted tiene alguna duda acerca de cómo aplicar esto en su caso, pídale a Dios que le señale cualquier cosa que pudiera ser ofensiva para él. Entonces deshágase de ella del modo más efectivo: quémelo, aplástelo, arrójelo en aguas profundas… ¡O lo que sea! Si usted está dispuesto a llevar a cabo esta ruptura total con Satanás y su reino, puede pronunciar una oración como ésta:

    Renuncio a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica; si tengo algún “objeto de contacto”, me comprometo a destruirlo. Revoco cualquier reclamación de Satanás sobre mí”.

    (+) 6. Ahora está listo para hacer la oración a fin de liberarse de cualquier maldición.

    Si ha estado dispuesto a comprometerse en cada uno de los cinco pasos anteriores, ahora está a punto de pronunciar la oración propiamente dicha para liberarse de cualquier maldición que haya sobre su vida. Pero recuerde, hay un solo fundamento sobre el que Dios le ofrece su misericordia: el intercambio que tuvo lugar cuando Jesús murió en la cruz. Incluida en ese trueque estaba la provisión para liberarlo de cualquier maleficio. Cuando fue colgado en la cruz, Jesús se convirtió en maldición con todas las maldiciones que jamás pudieran venir sobre usted, para que a su vez usted pueda ser liberado de toda maldición y recibir la bendición de Dios en su lugar.

    Es importante que base su fe únicamente sobre lo que Jesús obtuvo para usted con su sacrificio en la cruz. Usted no tiene que “ganarse” su liberación. No tiene que “merecerla”. Si viene a Dios con ideas como ésas, no tendrá bases sólidas para su fe. Dios nos responde sólo en base a lo que Jesús hizo en favor de nosotros, no por ningún mérito que podamos imaginarnos que haya en nosotros. Si ora teniendo este fundamento para su fe, su oración deberá terminar no sólo pidiendo, sino recibiendo en realidad. En Marcos 11:24 Jesús establece esto como principio:

    Por tanto os digo que todo lo que pidieres orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá”.

    Hay dos etapas bien marcadas en esta clase de oración relacionadas como de causa y efecto: recibir y tener. “Recibir” es la causa, seguida por “tener” como el efecto. El “recibir” está en tiempo pasado; el “tener” está en el futuro. El “recibir” ocurre cuando oramos. Entonces el “tener” lo sigue en el momento y en la forma que determine la soberanía de Dios. Pero la fuerza en las palabras de Jesús es este principio: Si no recibimos en el momento que oramos no tenemos seguridad de que alguna vez lo tendremos. Ofrezco aquí una oración que sería apropiada. Léala primero y siga adelante después para recibir más instrucciones.

    Señor Jesús, creo que en la cruz tomaste sobre ti toda maldición que pudiera venir jamás sobre mí. Así te pido ahora que me liberes de toda maldición sobre mi vida; ¡en Tu nombre, Señor Jesucristo! Por fe recibo ahora mi liberación y te doy gracias por ella”.

    Ahora, ¡haga una pausa! Antes que pronuncie esta oración para liberación, sería prudente que reafirmara cada una de las confesiones que ha hecho ya. Para que le sea más fácil están repetidas abajo, mas sin añadir comentario o explicación alguna. Léalas en voz alta, despacio y deliberadamente sin distraerse. Si tiene dudas acerca de alguna parte, vuelva atrás y léala otra vez. Identifíquese con las palabras que pronuncia. Para cuando haya terminado de leerlas, debe de tener la sensación de haber llegado ante la presencia de Dios con las palabras que ha pronunciado. Entonces vaya directamente a la oración de liberación, que se repite al final.

    Aquí está la oración completa:

    Señor Jesucristo, creo que tú eres el Hijo de Dios y el único camino para llegar Dios; y que tú moriste en la cruz por mis pecados y resucitaste de entre los muertos.

    Renuncio a toda mi rebelión y a todos mis pecados, y me someto a ti como mi Señor.

    Confieso todos mis pecados ante ti y te pido tu perdón; especialmente por cualquier pecado que me haya expuesto a una maldición. Libérame también de las consecuencias de los pecados de mis antepasados.

    Por un acto de mi voluntad decido perdonar a todos los que me han hecho daño o juzgado mal, tal como quiero que Dios me perdone a mí. En particular, perdono a (__________).

    Renuncio a todo contacto con cualquier cosa ocultista o satánica; si poseo algún “objeto de contacto”, me comprometo a destruirlo. Revoco cualquier reclamación de Satanás sobre mí.

    Señor Jesucristo, creo que en esa cruz tú tomaste sobre ti toda maldición que pudiera haberme alcanzado. Así que te pido ahora que me liberes de toda maldición sobre mi vida; ¡en tu nombre, Señor Jesucristo! Por fe recibo ahora mi liberación y te doy las gracias por ello”.

    Ahora no se detenga diciendo “Gracias” una o dos veces. Su mente no puede comprender una fracción de lo que le ha pedido a Dios que haga para usted, ¡pero responda a Dios con su corazón! Este pudiera ser el momento de soltar heridas o presiones o inhibiciones que se hayan acumulado dentro de usted a lo largo de los años. Si se rompe una represa dentro de usted, no trate de contener las lágrimas que anegan sus ojos.

    ¡No se contenga por vergüenza o timidez! Dios siempre ha sabido las cosas que ha mantenido encerradas dentro de usted… y no está en lo más mínimo avergonzado por ellas. Así que, ¿por qué tiene que estarlo usted? Dígale a Dios cuánto lo ama realmente. Mientras más le exprese su amor, más real se volverá para usted.

    Por otra parte, no hay un patrón dispuesto para responder a Dios que todo el mundo tenga que seguir. La clave para la liberación no es una forma especial de respuesta. La fe puede expresarse de muchos modos diferentes. Limítese a ser usted mismo con Dios. Abra todo su ser al amor de Dios como una flor abre sus pétalos al sol.

    (+) 7. Ahora crea que ha recibido, ¡y siga adelante en la bendición de Dios!

    En esta etapa no trate de analizar qué forma tomará la bendición que Dios impartirá en su vida. Deje eso en las manos de Dios. Deje que él haga cómo y cuándo él quiera. No tiene que preocuparse de eso. La parte que le corresponde a usted es simplemente abrirse, sin reservas, a todo lo que Dios quiere hacer en usted y por usted con su bendición.

    Recuerde que Dios “es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos” (Efesios 3:20). Así que no limite a Dios que haga sólo lo que usted piensa. He aquí una forma sencilla de palabras que usted puede usar:

    Señor, ahora me abro a recibir tu bendición en cada una de las formas que tú quieras impartir sobre mí”.

    ¡Será emocionante para usted cuando vea cómo Dios responderá!

    Notas:

    [1] Mateo 9:21-22; 14:36; Marcos 5:23, 28, 34; 6:56; 10:52; Lucas 8:48; Hechos 4:9; 14:9; Santiago 5:15.

    [2] Lucas 8:36.

    [3] Lucas 8:50.

    [4] Juan 11:12